Francisco Gómez vio en estas tierras aquello que tanto tiempo había perseguido, el marco perfecto de su sueño: un entorno incomparable donde establecer unas bodegas modernas en las que primara la calidad, la sostenibilidad y el respeto al medioambiente.
Recogió el testigo de la antigua bodega La Serrata donde ya se elaboraba vino en el s.XVIII y llevó a cabo las reformas necesarias para situarla como referente alicantino en la producción e innovación agrícolas. La finca, que cuenta con más de 3.500 hectáreas – 250 de viñedos y 350 de olivares- es una industria moderna que desarrolla un trabajo milenario. Tradición y Revolución, he ahí la misma palabra.